Me encuentro aislado, en un mar de penas, sofocando el silencio con llantos y lagrimas. Nunca pensé que ningún ser superior pudiera permitir tal tormento. Me sangra el alma, ya no se que pensar, ni que hacer, ni a donde mirar.
Me encierro en las cuatro paredes que son mi habitación, esperando a que algo me saque de este pozo de penumbra. Abrí un cajón y encontré un libro, secándome las lagrimas lo abrí
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Auerliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevo a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos.
Una risa se me esbozo al recordar cuando mi difunta madre me leía aquella historia, echaba de menos aquellos tiempos. No podía creer que ahora no estuviese, se había ido para siempre.
Caminaba y caminaba por la casa, en mi soledad, como un alma en pena.
Me senté en el porche, admirando la gran extensión del río que residía cerca de mi casa, junto a un gran campo de arado. Esperando a mi padre a que volviera del funeral.
Vi una figura corpulenta al fondo, con dos objetos rectangulares en las manos. Cuando se hizo mas visible, pude divisar a mi padre, con lo que parecían dos lingotes imantados. Al descubrirlo me cai de la silla de la incredulidad que me daba ver tal imagen.
Mi padre, alegre, me dijo con voz risona que había cambiado nuestros burros y cabras por esos dos lingotes imantados. Vaya un día
(García M.,G(1999) Bibliogradía: Cien años de soledad, Ed.El Mundo, Madrid.
Buen esbozo de historia, pero hay muchas faltas de ortografía y una palabra "risona", que no existe. Además, falta la cita. 6
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